Por Pilar Cámara
«Habrá un día y será invierno,
en que atraviese esta región querida
como se cruza el más seco de los desiertos;
bajo el fulgor de la tarde,
ya no habrá ninguna voz.
Estas mujeres son la memoria
de una vida que no existe
en los mapas del gobierno».
Son algunos de los versos que Maribel Andrés Llamero recoge en ‘Autobús de Fermoselle’, galardonado ex-aequo con el XXXIV Premio Hiperión de Poesía. Un libro hondo y cargado de emoción, que dibuja la despoblación, la vida de la España vacía.
«Esto es Castilla», escribe la autora. Y no puedo evitar sentir que esto somos. Que esto soy. Y se me eriza la piel de las corvas, con la afección impresa en mi infancia en un pueblo de Castilla, el refugio en el que aquí muere una niña en el verano del 98.
«Tócame, / verás que soy del barro / que arrullaron mis abuelos». El autobús viaja recorriendo cada uno de los recovecos de la memoria por carreteras de color amarillo alpaca. Tras una curva nos acaricia aquella primera vez que nos aferramos a la naturaleza desde las ubres de una vaca.
Es prodigioso cómo Maribel Andrés nos muestra la ingenuidad de aquellos descubrimientos mientras deja que sus palabras sean las que dibujen el hueco vano en el que se han convertido algunas zonas de nuestro país. Quizá también de nuestros cuerpos, de nuestras mentes.
«Qué lugar terrible es aquel que tiene
un cementerio vacío».
Qué temblor provoca el olvido…
Llegará un día en el que nadie recordará cómo era todo, como fueron todos, como éramos todos. Los abuelos que emigraron, las abuelas que parían en los campos, el miedo a los lobos, los sepulcros, el luto. Entonces abriremos este libro y se nos volverá a inquietar la piel.
No tengo ni idea del significado de poesía. Pero eso que no sé está aquí, en este ‘Autobús de Fermoselle’.