Le he dado muchas vueltas al título de este artículo de opinión y finalmente opté por una sola palabra que lo dice todo: FUTURO. ¿Cómo nacen estas líneas? Pues de una charla con tres profesionales del Colegio Salesianos San José de Pozoblanco. Os lo explico:
Ayer quedé con Cristina, Pedro y Pepe para hacerles una entrevista sobre unos proyectos de intercambio que están desarrollando en zonas de Alemania y Francia y que os contaremos más adelante. Son personas a las que conozco desde hace muchos años y con las que tengo amistad, por lo que la conversación fue derivando hacia distintos temas a lo largo de la entrevista, pero siempre sin perder de vista la importancia que tiene la gente joven para una zona como Los Pedroches.
Al final del debate, comenzamos a hablar del futuro y de que problemas como la despoblación, el envejecimiento, la falta de trabajo y oportunidades… pueden hacer que muchos de los jóvenes a los que dan clase piensen en marcharse de su lugar de origen para estudiar, conseguir un trabajo y, en el fondo, desarrollar su vida. Y es que es ese apego al territorio de los más jóvenes, sin duda alguna, uno de los principales problemas a los que las zonas rurales de nuestro país se enfrentan ahora y en el futuro. Aunque, lamentablemente, muchos puntos de la geografía española ya han perdido esa batalla, otros se aferran a no dejar el combate hasta el final.
Si queremos pensar en el futuro de nuestro mundo rural, los jóvenes, evidentemente, tienen que jugar un papel crucial. Y aquí planteo una pregunta: ¿Están niños, adolescentes y jóvenes identificados con sus territorios? ¿Conocen su historia más cercana? ¿Sus tradiciones? ¿Sus costumbres? ¿El trabajo en el campo? ¿Conocen la economía de sus comarcas? ¿De sus pueblos? ¿Dónde aprenden eso? ¿Dónde se les puede enseñar?
He de reconocer que me gustó escuchar de boca de estos tres profesores que en su centro, y en otros centros del municipio, se está trabajando esto con los más pequeños. Porque, sin duda alguna, esa identificación con su territorio, con su tierra, con su lugar de origen, hará que la valoren mucho más y les sea más fácil plantearse como una posibilidad la idea de desarrollar su vida en el mismo lugar en el que nacieron y vivieron sus primeros años.
Pero tampoco es cuestión de achacar todo a esta falta de identificación que puede existir en algunas zonas, por supuesto. La dificultad de acceso a recursos, la falta de trabajo y oportunidades académicas y el olvido que, en ocasiones, hay desde la administración pública hacia nuestras zonas rurales, siguen siendo el gran escollo al que los jóvenes tienen que enfrentarse cuando evalúan qué va a ser de ellos en el futuro, dónde realizarán sus estudios e incluso qué carrera van a elegir o esa pregunta que tanto nos hacen de pequeños: «¿Qué quieres ser de mayor?».
Está claro que muchos niños y niñas de nuestras zonas rurales seguirán eligiendo la vida en las ciudades para desarrollarse y crecer u optando por profesiones que difícilmente pueden realizar en el medio rural. Pero también debería suceder que se equilibrara la balanza y los jóvenes vieran con las mismas opciones de futuro quedarse en su tierra, trabajar en su territorio y desarrollar su vida en su pueblo. Eso significaría que el mundo rural tiene las mismas herramientas, recursos y posibilidades para ofrecer a la juventud que cualquier otro lugar.
Eso, sin duda alguna, es construir futuro.