Cuando empezó todo esto las dudas llenaron el futuro de Ruralpedia. Parece mentira que ya hayan pasado dos meses desde el inicio de esta situación y todavía sigamos teniendo tantas dudas y tantos miedos. Está claro: no estábamos preparados para algo así. Y no hablo de gobiernos y políticos, hablo de nosotros, de la gente. Nuestras cabezas no estaban preparadas para una situación así tan inédita y diferente. Así que nos hemos dedicado a hacer lo que hemos podido, a sobrevivir.
Escribo esto porque necesitaba una excusa para retomar el blog en Ruralpedia. Y no, no hemos estado parados precisamente, pero este lugar sí que ha estado algo más quieto de lo habitual. No sé muy bien si ha sido por falta de contenido, de ideas, de ganas o que, simplemente, han ido surgiendo otras cosas que han ido dando vida a este proyecto que nació con unas perspectivas y, por cosas de la vida y las epidemias, ha acabado teniendo otras metas algo distintas.
Está claro que planificar las cosas vale lo justo. O al menos valía… antes del Covid-19. Porque sí, no lo neguemos: todo ha cambiado.
No pretendo de esta manera justificar la ausencia escribiendo en Ruralpedia. Ni mucho menos. Simplemente, como comentaba, las circunstancias han llevado el proyecto hacia otros derroteros. Pero parar no hemos parado, eh. Lo que pasa es que, con total seguridad, sentarse frente al ordenador y escribir ha sido complicado si bien no sabía qué contar o bien he podido pensar que ya se estaban contando demasiadas cosas.
Una de las cosas que han nacido bajo el manto de Ruralpedia en estos dos meses de Estado de Alarma y epidemia ha sido la ‘Conexión Rural’. Llegó un momento en que, de manera muy natural, surgió la necesidad de hablar con amigos y amigas de todas partes. Queríamos saber cómo lo estaban llevando. Qué estaban haciendo y cómo les iba en sus proyectos y negocios.
El paso de las semanas hizo que el tono fuera cambiando, pero desde el primer momento se hizo evidente una negatividad inesperada en algunas personas que, en la antigua normalidad, eran profundamente optimistas. Aún así ahí estuvieron y están: al pie del cañón de sus iniciativas luchando contra gigantes. Esa dosis de realismo, de tener los pies en la tierra, también me ha sorprendido de todo esto en cada una de las charlas que he tenido en esas conexiones realizadas a través de una webcam.
Empresarios, restauradores, agricultores, ganaderos, artistas, profesores, músicos, escritores, periodistas… uno a uno han ido pasando (y seguirán pasando) por un escenario no habitual para hacer este tipo de programas. Mi sueño era hacer entrevistas a varias cámaras, en sitios espectaculares, en la naturaleza, en nuestros campos o en rincones de pueblos. Y ponerle otro nombre. Pero las circunstancias lo cambiaron todo.
Pero, sin duda alguna, la palabra clave de todo esto, lo que ha sido nuestro leit motiv en cada ‘Conexión Rural’ ha sido… INCERTIDUMBRE. Permitidme las mayúsculas, tan inapropiadas. No era un grito, solo quería destacarla. Estoy absolutamente convencido que todos y cada uno de los entrevistados han usado esa palabra al menos una vez en sus charlas conmigo. También es verdad que el número de repeticiones de la misma ha ido disminuyendo, pero… no ha fallado.
Por eso esa incertidumbre tenía que protagonizar este artículo. He reflexionado mucho sobre ello a la hora de afrontar estas líneas y tengo claro que esa incertidumbre, ese miedo, esas dudas… son humanas. Son naturales. Las tienen las personas, las empresas, las ciudades, los pueblos… no olvidemos que nuestra sociedad, esta sociedad occidental nuestra, no experimentaba nada parecido desde el final de la II Guerra Mundial. Pero esto no es una guerra: cuando esto pase, que pasará, todo seguirá estando ahí: las empresas, las carreteras, los transportes, los servicios… todo.
Sin embargo, y voy terminando ya, me queda ese halo de incertidumbre poniendo el foco en nuestros pueblos, en nuestro mundo rural. ¿Hasta cuándo se alargará dicha incertidumbre? En varios capítulos de nuestra ‘Conexión Rural’ expresé claramente mi preocupación de que, cuando pase todo esto y llegue la recuperación, las zonas rurales estén en uno de los últimos vagones de cola en cuanto a prioridades. No sería sorprendente: es algo que ha pasado muchas veces.
Venimos de vivir buenos tiempos para lo rural. Temíamos que fuera o no una moda, pero está claro que los pueblos y las zonas rurales habían llegado al centro del debate político. Se estaba luchando por muchas cosas y muy importantes. Y ahora el coronavirus, como con tantas otras cosas, ha arrasado con todo ello.
Por eso, cuando llegue el momento de encarar el futuro, nadie puede dejar al margen a nuestros pueblos, a nuestros campos, a nuestros agricultores, a nuestros ganaderos… el futuro está ahí, que nadie lo olvide. Siempre ha estado ahí. Y habrá que seguir reclamando igualdad y mejores servicios. Nunca hay que frenarse en las reclamaciones. Nunca.
Aunque lo único claro de todo esto, y lo estamos viendo durante todo el Estado de Alarma, es el espíritu de solidaridad y la creatividad que existe en nuestros pueblos. Y, por encima de todo, el deseo de muchas personas y colectivos de crear futuro en nuestras zonas rurales. Lo vemos en agricultores, en ganaderos, en empresarios, en periodistas, en emprendedores… y lo disfrutamos. Esa manera de ver la vida y de creer en su tierra es la mejor semilla que se podría plantar en nuestros pueblos en una época tan complicada como la que nos está tocando vivir.
Y así esa incertidumbre será mucho menor.