Despoblación. Despoblación. Despoblación. Esta palabra se ha convertido en un mantra que, en los últimos tiempos está por todas partes y en el centro del debate sobre el futuro de los pueblos que dan forma a la España rural. ¿Cómo hacerle frente? ¿Qué medidas hay que tomar para evitarla? ¿Estamos en un punto de no retorno?
Recientemente, el Instituto Nacional de Estadística publicó los datos referentes a nacimientos y defunciones que se registraron en nuestro país durante el año 2018. Nuestro país sigue perdiendo población y eso es algo que se hace especialmente evidente y dramático en muchos puntos de esa España vaciada o vacía. ¿Hablamos de una muerte inevitable?
Lo que podemos constatar es que a un ritmo mayor o menor, nuestros pueblos pierden habitantes. Y dependiendo de la zona en la que nos encontremos, la preocupación debe ser mayor o menor. Sin embargo, sea cual sea la situación, está claro que la despoblación es un problema que afecta a todas las zonas rurales de nuestro país. A todas. Y es que, como hemos dicho en muchas ocasiones, los problemas que enfrentamos son exactamente los mismos en Teruel, en Asturias, en Extremadura, en Castilla y León o en Andalucía. Los mismos.
Y la despoblación es uno de ellos, sin duda alguna. No sabemos si es el principal pero si es un tema al que hay dedicarle una especial atención en el presente y en el futuro fomentando medidas reales que ayuden a estas zonas rurales a paliar esta perdida poblacional. Pero… ¿y si ya vamos tarde? ¿Cuántos pueblos se habrán perdido por el camino mientras que esperamos la llegada de medidas necesarias?
Porque en el debate de la despoblación en la España rural lo que ha habido, sin duda alguna, es mucha palabrería. Podemos organizar cientos de eventos a lo largo y ancho de toda España hablando de ello, organizar mesas redondas, hacer encuentros… pero mientras no llegue el dinero necesario para poner en marcha todos esos proyectos que surgen de estas citas no va a cambiar nada. Y ese dinero solo llegará cuando las administraciones públicas implicadas (Gobierno central, gobiernos autonómicos y diputaciones) se pongan manos a la obra para trabajar por y para el futuro de nuestro mundo rural y de nuestros pueblos.
Porque se están muriendo de manera inevitable. O quizás les estén dejando morir.
Lo que no puede matar nadie es la ilusión de la gente de los pueblos y su espíritu emprendedor. Porque kilómetro a kilómetro de nuestro país vemos la ilusión de millones de personas por seguir adelante y por desarrollar su vida en su territorio. Vemos como siguen creando empresas, proyectos culturales, iniciativas turísticas, eventos deportivos… y todo ello genera una visibilidad extraordinaria, demostrando día a día que las zonas rurales de España tienen mucho que decir.
Está claro que en nuestros pueblos tenemos la mejor materia prima: la gente. Personas enamoradas de su tierra, de su cultura, de sus tradiciones… ahora solo necesitan que los que gobiernan se comprometan de verdad con su futuro y den muchas más posibilidades a los pueblos en cuanto a creación de empleo, infraestructuras, servicios, educación, etc. Solo así esa muerte dejará de ser inevitable y en el futuro de la España rural solo habrá vida. Muchísima vida.